lunes, 21 de noviembre de 2011

La gran fiesta de la democracia (ensayito sobre la lucidez).

¡SORPRESA ELECTORAL!

En la jornada de ayer volvimos a rendir homenaje a la libertad celebrando unas nuevas elecciones. Hablamos como pueblo soberano y, contra todo pronóstico, decidimos que el Partido Popular obtuviera una holgada victoria: 186 escaños. El segundo partido más votado, el PSOE, tampoco esperaba recibir semejante apoyo, que le ha colocado (también por primera vez) como principal actor de la oposición. “Debido a las trabas que nos pone el sistema electoral, nuestro resultado final ha sido toda una sorpresa, pero está claro que nos merecemos esto y más por el trabajo que hemos ido desempeñando años anteriores”, dice Paquito, después de conocer que el PSOE ha obtenido 110 escaños..

La ciudadanía ha hablado. Sus nuevos representantes serán los encargados de defender sus intereses a partir de ahora. “Estas elecciones son la esencia de la libertad”, afirma Fulano, del PP. Y continúa visiblemente emocionado: “Nunca un partido como el nuestro, que partía de cero y con todas las desventajas, había logrado semejante mayoría”, “¡Menuda sorpresa, nadie lo esperaba!”. En efecto, todas las encuestas señalaban que los máximos beneficiarios de este sistema democrático, la izquierda totalitaria, iba a obtener una contundente victoria, favorecidos por la situación de desesperación y de crisis. Sin embargo, los dos partidos más votados en estas elecciones son los que mejor encarnan las virtudes de nuestro sistema: fomento de la libertad económica, desarrollo, participación ciudadana, democracia en todos los niveles, esfuerzo sincero por el bien ciudadano... El resto de partidos apenas han obtenido un puñado de votos, probablemente fruto del desconocimiento y del proceder irreflexivo de esa izquierda caníbal. “Es la mejor prueba de madurez democrática en estas difíciles circunstancias”, sentenció Mariano.

Sin embargo, no todos los españoles celebran la victoria de la democracia sobre el terror y el totalitarismo. Un grupo de desharrapados y de violentos ha mantenido protestas y han celebrado distintos actos con la intención (fracasada, inmediatamente abortada con la ayuda del Cuerpo Nacional de Policía, que actuó resuelta y contundentemente contra los enemigos de la libertad) de “reventar” este esplendoroso momento. Durante unos momentos corrió el rumor de un intento de golpe de Estado, que resultó ser falso, pero no deja de ser indicativo de la forma en que estos delincuentes “respetan” la voluntad de la mayoría. “¡Esto es democracia y no lo de Sol!”, exclaman al unísono miles de ciudadanos [Imaginemos una piedra que cae por efecto de la fuerza de la gravedad. Supongamos que esa piedra adquiere conciencia de sí misma en mitad del trayecto y que inmediatamente piensa dos cosas: primero, puesto que la piedra no sabe por qué está cayendo, asume que si está en movimiento es por su propia voluntad; en segundo lugar, asume que ese movimiento de arriba a abajo es indefinido, que no tiene por qué llegar al final y estamparse, sino que puede seguir cayendo eternamente. Es por eso que además de pensar “soy libre porque decido ir hacia abajo”, la piedra también va pensando “por ahora todo va bien” mientras se acerca al suelo.

La sociedad española se ha convertido (si no lo era antes) en esa piedra. Sin embargo, sería un error asumir que esta metamorfosis por la cual pasamos de ser ciudadanas a objetos inertes que caen por la acción de fuerzas que escapan a su control ha sido fruto de una decisión racional. Si analizamos los resultados de las elecciones al congreso podremos comprobar que el bipartidismo en general ha perdido más o menos cinco millones de votos: el PP apenas ha conseguido sumar algo más de medio millón de votantes respecto a las elecciones pasadas, mientras que el PSOE ha perdido aproximadamente seis millones, lo que significa que entre ambos han perdido 27 escaños. Por otro lado, los votos de PP y PSOE sumados apenas agrupan a la mitad del electorado, lo que gracias a nuestro sistema electoral se ha traducido en casi lo contrario, aproximadamente el 84% de los escaños del Congreso de los Diputados. He aquí el gran secreto de nuestra democracia, he aquí una de las mejores formas de convertir el oro en hierro: con tan solo 600.000 votos más, el PP ha obtenido 32 nuevos diputados en la cámara, mientras que partidos como IU, que han logrado un crecimiento en votos similar, apenas ha obtenido 9 diputados más. Esto significa que cada uno sus nuevos diputados le han costado a IU aproximadamente 66.667 votos, mientras que al PP le han costado 18.750, casi cuatro veces menos.

Pero además de tener una ley electoral perversa que castiga a los partidos pequeños y sobrerrepresenta a la derecha, los pueblos del Estado español se han visto sometidos a otro tipo de “condicionamientos” que han hecho de estas elecciones algo especial. Por un lado tenemos la situación de crisis económica o los altísimos niveles de paro, elementos que imprimen carácter de urgencia a todas nuestras decisiones y que funcionan como herramienta de chantaje en manos de los poderosos (“si no votas a mi partido, no tendrás trabajo”). Pero es que además estamos sufriendo un ataque especulativo que ha elevado la prima de riesgo de nuestra deuda por encima de la de Italia. Se trata, por tanto, de unas elecciones celebradas en situación de asedio, la ciudadanía está sitiada por los mercados. Es evidente que empresarios e inversionistas sabían que cualquiera de las opciones del bipartidismo les valía. Estaban tan convencidos de ello que no han recurrido a la vieja técnica de intervenir activamente en los asuntos internos de un país desde plataformas como el BM o el FMI, no ha hecho falta redactar una carta de compromiso con las políticas neoliberales, no ha hecho falta obligar a los candidatos (bajo amenaza de ataque masivo-especulativo-financiero) con opciones a victoria a firmarla...

En Europa acabamos de ser testigos de cómo se debe dar un golpe de Estado hoy en día. Tanto en Grecia como en Italia, se ha excluido a la ciudadanía de toda decisión sobre su presente y su futuro. En ambos países ya tenemos un gobierno de tecnócratas elegidos directamente por los mercados. Y en estas condiciones se nos ha dicho a la ciudadanía: “votad, sois libres, elegid lo que queráis, pero ateneos a las consecuencias: si no gusta a los mercados, vendrán de una forma u otra a por vosotras”. Es la Ley de Hierro del sistema capitalista: o “eliges” lo que los “expertos” (aquellos que ostentan el saber objetivo y desinteresado y que tanto trabajan para Pinochet como para Zapatero) te dicen que debes elegir o te enfrentas a ataques especulativos, bloqueos económicos, golpes de Estado... Por suerte en España hemos evitado todo esto: no hace falta un golpe que venga de fuera ni más ataques, mediante una ley electoral tramposa e injusta, aquellas personas que pase lo que pase votan al bipartidismo han obtenido una grandísima victoria y han instaurado a “tecnócratas” en el poder por sí mismos. Mediante nuestra ley electoral, un tercio de la ciudadanía le ha dado un golpe de Estado al resto. Tanto es así que los próximos cuatro años sus representantes pueden olvidarse de todo y dejarse llevar por la “necesidad”. Pero si, como el PSOE, a la hora de decidir eliminar derechos y mantener privilegios el PP agita la bandera de la necesidad, de la falta de opciones, de la imposibilidad de elegir, entonces, ¿para qué hemos votado? Si gane quien gane tiene que hacer lo que se le dicta desde los centros de poder del capital como si se tratase de algo inevitable, ¿para qué cambiar a la gente que está en el gobierno y en el parlamento? Votando al bipartidismo nos negamos la posibilidad de decidir, es la muerte de la democracia y la muerte de la política. Bienvenida sea la dictadura del capital, la mera administración de los ricos sobre los pobres: por fin reconocemos tanto el derecho del león a comer cordero como el derecho del cordero a ser comido por el león.

A partir de hoy, el PP se basará en una legitimidad que no tiene para continuar la obra del PSOE: legislar en contra de la razón, en contra de la voluntad general y en contra de lo público. Insistirá en que puede hacer lo que se le antoje (traducción: lo que le manden desde Europa y el FMI más los favores que deba a Botín y compañía) porque las españolas les hemos dado la mayoría. Sin embargo, no han sido ni un tercio de las votantes las que le han dado su voto. Lo que significa que dos tercios de las electoras o no han votado o han votado algo distinto. Aún así, el PP cuenta con mayoría absoluta, la fórmula jurídica perfecta para tiempos de crisis: no tendrá que hacer como el PSOE y gobernar a base de decreto, se pueden permitir los debates en el parlamento porque solo sus votos cuentan para algo. Dejémoslo bien claro: el triunfo del PP no ha sido democrático, sino formal. Su triunfo (la mayoría absoluta) se lo da la ley electoral, no la población del Estado español. Esta mayoría no es un reflejo de la confianza, sino un reflejo de lo corruptas y/o mutiladas que están las instituciones “democráticas” en este país. El voto en blanco, la abstención y el voto nulo han crecido. También el voto a los partidos que se escapan del bipartidismo. De hecho, da que pensar que el único lugar donde ha aumentado la participación es en el País Vasco, donde han votado en masa a AMAIUR, un partido marcadamente antisistema.

¿Qué nos queda a las ciudadanas de a pie? ¿Qué nos queda a las personas que tenemos conciencia política? ¿Debemos asumir que lo que Unamuno le dijo al fascismo, “venceréis pero no convenceréis”, es una condena más que una advertencia? ¿Estamos condenados a convencer pero a cambio de perder? O, parafraseando a Savater, ¿estamos condenados a ser el antiácido del sistema digestivo del capitalismo y nada más? Lo cierto es que la campaña electoral, al igual que buena parte de la política del bipartidismo, se ha convertido en una especie de campaña de marketing. Igual que venden la “marca España” fuera, dentro del país los dos grandes partidos venden sus propias marcas, tratando de diferenciarse cuando se acerca la hora de elegir entre uno u otro. Nos tratan como a tontos consumidores: no nos convencen, no hace falta, nos seducen y nos manipulan sin un solo argumento y luego no aceptan la devolución del producto de los miles de consumidores insatisfechos.

Estas elecciones vuelven a dejar claro que la lucha, si no toda buena parte, se debe dar en la calle: las instituciones no nos dejan ni un solo espacio más allá del testimonial, dentro de ellas solo existimos para reconocer nuestra derrota y legitimar su victoria. Desde las plazas hemos dado al gobierno bipartidista muchas y buenas oportunidades para que nos escuche. Es una concesión por nuestra parte el ser tan pacíficos y respetar hasta tal punto las normas, incluidas las arbitrarias y humillantes. Hasta el punto de que muchas veces se nos olvida a nosotras mismas que ser respetuosa y pacífica no es lo mismo que ser obediente. Pero ¿qué nos queda si desde las instancias del poder formal se nos ignora sistemáticamente y se nos apalea cada vez con mayor frecuencia? ¿Fue Kennedy el que dijo algo así como “aquellos que hacen la revolución pacífica imposible, hacen la revolución violenta inevitable”? De hecho, la administración bipartidista ya ha respondido a muchas de estas preguntas: los que estaban en la oposición llevan tiempo pidiendo que nos barran de las calles, mientras que los que estaban en el poder han iniciado un proceso que seguramente se agrave durante esta legislatura: recortes en derechos laborales y sociales (especialmente llamativos son los casos de educación y sanidad) y aumento de la dotación de la policía hasta alcanzar máximos históricos. Así es como se defiende una dictadura frente a la razón y a la voluntad general, no nos engañemos: cuando faltan los argumentos y la manipulación mediática se muestra insuficiente, su única opción es recurrir a la fuerza, no en vano se sientan en el trono del poder.] que se manifiestan en Ferraz y en Génova para celebrar el triunfo de la libertad frente al terror y el autoritarismo. La única pega, dicen algunos, es que “el terrorismo etarra haya conseguido unos escaños aprovechándose de nuestra tolerancia democrática”. En efecto, AMAIUR, partido liderado por ETA, ha conseguido 7 escaños.

Ciudadanos entrevistados a pie de calle no podían contener su emoción ante los resultados y su disgusto ante los manifestantes antidemocráticos: “¡No es justo! Cuando ellos estaban en el poder nosotros lo respetamos, que ahora nos respeten ellos”, de lamenta Miguel. “A nosotros nos han votado millones de personas y por tanto representamos a la nación, que se enteren esos perroflautas...”, decía Manoli, impaciente por empezar a trabajar por la libertad desde su nuevo cargo electo.

Los dos sindicatos mayoritarios también han celebrado este gran acontecimiento: “Aunque el partido al que apoyamos no ha ganado, nos sentimos orgullosos de vivir en un sistema tan democrático. Esos indignados seguramente ni saben lo que es una constitución, no aceptan que la mayoría queramos ser libres”, decía Mengano al salir de la fiesta en la sede de UGT, asomando la cabeza desde su Audi último modelo. Además, muestran su confianza en el futuro del PSOE ya que, aseguran, si trabajan duro por la ciudadanía, aunque sea desde la oposición, puede que gane dentro de cuatro u ocho años.

Pero si las calles parecían un festival en honor a la democracia, la auténtica fiesta se vive en el corazón de cada uno de los españoles de bien, que ha visto como el resto de los ciudadanos ha decidido seguir los cauces establecidos para hacer de nuestro convivir algo atractivo, pacífico y productivo.