miércoles, 2 de julio de 2014

Podemos y ETA: el naufragio del régimen.

Hace unos meses, un grupo de personas presentaba un proyecto de toma ciudadana de las instituciones: Podemos. En el acto de presentación se escucharon muchas razones y muchos motivos por los que un movimiento político como este es necesario: políticas,sociales, éticas, económicas… la existencia de Podemos se puede justificar desde cualquier ámbito y desde cualquier nivel.

Ahora bien, la tremenda importancia de Podemos, el motivo por el que después de obtener cinco eurodiputados se ha generado tal terremoto político en nuestro país, va más allá de las críticas al sistema vigente y las propuestas de futuro. Lo que atemoriza de verdad a la casta político-económica es que Podemos ha pulsado una tecla clave: ha generado anhelo de mar. Decía uno de los miembros fundadores que, si se quiere navegar, no se puede empezar por construir barcos, comprar cañones o fijar el destino. Lo primero que hay que hacer si se quiere surcar las aguas es crear ansia de mar. 

España es un país que estaba muy mal acostumbrado a votar con la cabeza gacha, a prestar votos a unos desgraciados para que no gobernasen otros desgraciados, un Estado acostumbrado a votar sin ilusión, casi con vergüenza, de manera protocolaria, sabiendo que el resultado solo podía ser malo o peor. Sin embargo, irrumpe en el tranquilo panorama político una fuerza que no solo supera las peores expectativas del régimen y sus mercenarios de los medios de comunicación, sino que con la ilusión que genera empieza a ensanchar las grietas que el 15M había horadado en el muro. El régimen no teme a los cinco eurodiputados, tiembla ante la posibilidad de que una fuerza política no afín, un movimiento que desborda los límites de la política tradicional “setentayochista”, genere en la ciudadanía anhelo de mar. Solo por eso, Podemos ya merece la pena.

¿Cómo responde un régimen herido de muerte ante esta desacostumbrada e imprevista situación? Cerrando filas, apelando a todo su arsenal mediático para influenciar en la medida de lo posible a la opinión pública, para tratar de vincular a Podemos con todo aquello que cierto sector de la población considera como el Mal absoluto, irreconciliable, destinado a desaparecer y nunca a reconciliarse. Una de las últimas en apuntarse al carro del juego electoralista ha sido Esperanza Aguirre, que, convencida de que todavía valen los viejos clichés del lenguaje político del régimen del 78, ha asegurado, totalmente convencida de sí misma, que “Podemos está con el chavismo, el castrismo y ETA, lo demás es palabrería”. Para decir esto se basa en los titulares de diversos periódicos que han decidido vincular su futuro al del régimen mediante la más burda manipulación, cumpliendo así su labor de herramienta política a cambio de renunciar al deber de informar.

Mucho se puede decir del PP y del PSOE, de UPyD y de todos los medios y grupos que colaboran activamente en esta campaña. Pero resulta de lo más interesante lo que en el fondo nos están ofreciendo estos personajes, el anhelo que están generando. Podemos irrumpió en la escena política generando ganas de participar, de ganar, de cambiar. La casta y sus socios subordinados nos ofrece algo completamente distinto. No quieren generar ilusión, sino miedo. Lo que busca la casta con este tipo de planteamientos mentirosos es generar anhelo de pastor, anhelo de garrote, anhelo de tiempos de excepcionalidad donde todo está permitido para acabar con el enemigo.

No pretendo discutirlo ahora, pero tengo la convicción de que toda teoría política se basa, al final, en una concepción concreta del ser humano y su forma de relacionarse. Si esto es cierto, reflexionemos profundamente sobre a qué tipo de sociedad, a qué tipo de sistema político nos conducen las dos corrientes enfrentadas: aquella que confía en la ciudadanía y basa su estrategia en ilusionar, en hacer partícipe a todos y todas de los asuntos públicos, en mandar obedeciendo; y aquella que propone salvadores ante casos de emergencia, que utiliza el miedo y la mentira como herramienta electoralista, que desconfía de la democracia. Es hora de elegir entre quienes consideran que hacer cumplir la ley a los ricos y sus políticos no es una utopía comunista sino un deber, o quienes consideran que todo aquello que afecte negativamente a los poderes fácticos, que trastoque sus planes y privilegios, es terrorismo, bolivarianismo, totalitarismo, etc. Es hora de elegir entre un sistema político que confía en la ciudadanía o uno que desconfía profundamente de ella. ¿Es hora?

Una de las muchas lecciones políticas que podemos extraer de la serie Juego de Tronos es que un monarca que tiene que andar justificando que es rey no es verdaderamente un rey, sino un aspirante o un destronado. De la misma forma, una tiranía que tiene que recurrir a la mentira para tratar de mantenerse a flote está herida de muerte, aunque todavía controle las instituciones, los medios y los cuerpos que aplican la violencia “legítima”. Podemos es la guillotina del régimen del 78. La casta lo sabe, pero se ha dado cuenta demasiado tarde: si bien nunca habíamos visto semejante campaña mediática (en la que Podemos pasó de no existir a convertirse en la representación de todo mal), la respuesta popular no ha sido menor, está a la altura. Los viejos miedos ya no asustan. Porque el miedo ha cambiado de bando.