miércoles, 28 de octubre de 2009

La libertad de ser nihilista.

Nihilismo. Por la mañana contribuyo con mi trabajo a destruir el mundo, a extender el hambre, aplaudo a la policía que ayer disolvió a porrazos otra manifestación donde había más antidisturbios que manifestantes. Por la tarde compro, consumo productos manchados de sangre sin dedicarle si quiera un segundo a pensar en el niño que cosía la etiqueta que dice "Esto no ha sido fabricado por niños".

Nihilismo. A la hora de votar, lo hago por el partido único (PSOE-PP) porque todo lo demás es tirar el voto. Cuando pongo la televisión al volver a casa, las bombas que explotan en Irak y Afganistán me parecen algo lejano, que nada tiene que ver conmigo. Me alivio al comprobar que Batasuna es prohibida y sus miembros perseguidos como si se trataran de animales peligrosos, así me hacen sentir más seguro.

Nihilismo. Un muerto de hambre convertido en atracador callejero es un peligroso criminal, el que fuma porros es un drogadicto, los extranjeros (salvo los futbolistas y alguno más) sólo vienen a robar. Un empresario nunca roba, cuanto más dinero tengan los ricos más trabajo darán a los pobres, el que tiene mucho dinero es porque se lo ha ganado.

Nihilismo. No creáis en nada, no escuchéis a nadie, nada es real si ocurre fuera de la televisión. Nada vale más que un gol de Cristiano Ronaldo, no puedes vivir sin un móvil Vodafone y si gustas a alguna chica es por el desodorante Axe.

Nihilismo. Somos libres: puedo elegir entre ir al cine o comer una hamburguesa, puedo elegir entre diez centros comerciales que a su vez me ofrecen elegir entre infinitos productos. Hay libertad de expresión: si consigues unos 200 millones de euros puedes montar tu medio de comunicación y, efectivamente, expresarte libremente entre anuncio y anuncio.

Si algo nos une a todos los españoles es el nihilismo. Pero no nos equivoquemos, no se trata de una característica nacional, algo de lo que se percate un europeo nada más pisar la tierra patria. De hecho compartimos esta lacra con el resto de sociedades "desarrolladas". Sin embargo en nuestras comunidades el nihilismo adopta una forma muy curiosa que no sé hasta que punto tiene su correspondencia en otras sociedades: los españoles acabamos malviviendo durante la semana para poder divertirnos el fin de semana. Hemos alcanzado la cúspide del nihilismo.

La sociedad española ha sido inducida o ha decidido por su propia voluntad, arrastrada por las masas ignorantes, que la única libertad que merece la pena es la de divertirse. La libertad de dedicar el poco tiempo de ocio del que uno dispone (y del que no dispone también) al consumo y por tanto a la socialización en al cultura del consumo masivo: desde Rambo al alcohol, pasando por Paris Hilton y el fútbol. Nihilismo. Desde el botellón hasta la discoteca donde además de drogarte no puedes hablar con el de al lado. Que millones de personas mueran al año por falta de alimentos o agua potable no es algo que preocupe en exceso, no junta más que a unos miles en las manifestaciones y nuestros políticos no hacen nada por cambiar la situación, en todo caso merece un rezo cada domingo. Pero es impresionante comprobar la capacidad de movilización popular que tienen el viernes y el sábado: la diversión por la diversión, la borrachera por la borrachera. Son millones de personas, de todas las edades, las que se desplazan, se juntan, aguantan horas de pie, hacen colas infernales, se pegan con otros borrachos, se someten a la arbitrariedad de cenutrios simiescos que protegen las entradas de los locales de moda...

"El Estado español es el Estado de un país alegre", decía Gramsci en un artículo (censurado casi en su totalidad) escrito en 1918, si bien he cambiado el país al que se refiere en el texto original (Italia) por España. "Los ciudadanos españoles hasta ignoran que el Estado existe: de hecho no saben cómo funciona, no saben cómo debería funcionar conforme a las leyes fundamentales del reino y, ante un acto de poder, no saben decir si es justo o injusto, si se ajusta o no a la Constitución y, por tanto, si respeta o no los derechos adquiridos de los ciudadanos, ese mínimo de libertad que el Estado garantiza. La libertad se concibe de manera grotesca y pueril: no se consigue entenderla como garantía para todos, impersonalmente tutelada por las leyes, que las autoridades deben ser las primeras en respetar. El pueblo español no es un pueblo de hombres libres, o de ciudadanos que quieren ser libres: España es, en verdad y desgraciadamente, la nación del carnaval, y la libertad es la libertad de divertirse y de rascarse al sol".

Nihilismo. "Hakuna matata, vive y sé feliz, ningún problema debe hacerte sufrir, lo más fácil es saber decir Hakuna matata". Individualismo, egoísmo, onanismo. Seamos felices mientras el niño de la maquiladora de México o Guatemala pierde un brazo para que podamos vestir el polo de Nike última moda el viernes. "Hakuna matata", sonriamos en la cara de las familias que se mueren de hambre porque nuestra economía-mundo ha devorado su comida, sus recursos y sus fuerzas para que el sábado nos emborrachemos y vomitemos divertidos.

2 comentarios:

  1. El primer culpable de todo esto es uno mismo... o sus padres...

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  2. Reducidas así nuestras conciencias, hemos conseguimos destruir todos los valores para alcanzar la confusión y la oscuridad.

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