domingo, 26 de septiembre de 2010

La marca España

En 1936, unos cuantos militares se levantaron contra el gobierno de la República. Intentaron dar un golpe de Estado que debido a la tenacidad, sacrificio y coraje de un pueblo que no estaba dispuesto a renunciar a su dignidad, se acabó convirtiendo en una guerra civil. Uno de los lemas del bando que pronto se bautizó a sí mismo como los "nacionales", fue "¡Salvemos la patria!". El país estaba en peligro: los "comunistas" (palabra que perdió el sentido original para acabar abarcando a toda la izquierda, desde socialdemócratas hasta anarcosindicalistas, convirtiéndose en sinónimo de "enemigo") amenazaban con "romper España". En defensa de una nación se inició una cruenta guerra seguida de 40 años de represión y reeducación política. Se acusaba a la izquierda en general de pretender abolir la nación y en defensa de esta se levantaron los militares.

Pero aquellos fascistas ultranacionalistas se equivocaban. No es la izquierda anticapitalista la que ha supuesto un grave peligro para la patria, pese a su carácter internacionalista. Es precisamente la derecha capitalista la que se benefició del franquismo y la que se ha encargado de convertir en carne la pesadilla del nacionalismo: han destruido la patria. Hoy, para el 90% de la población, la patria no existe más allá de la aduana, las leyes de extranjería y el equipo de fútbol. Es la situación en la que se encuentra prácticamente el mundo entero tras décadas de reformas y ajustes patrocinados por el FMI y el Banco Mundial. Millones de personas tratan de abandonar sus hogares y viajar miles de kilómetros para obtener un sueldo miserable. Para miles de personas no hay más patria que el campo de concentración dedicado a "indocumentados" o el desierto donde se les abandona tras expulsarles. Si ayer Zizek nos advertía de que corríamos el riesgo de convertir al mundo entero en Repúblicas Bananeras a merced de grandes multinacionales, hoy podemos decir que pecaba de optimista.

Hace unos días Zapatero viajaba a China y Japón en visita oficial. El objetivo del presidente español, al contrario de lo que se pueda pensar, no era representar a su pueblo en el extranjero, sino "vender la Marca España", según sus propias palabras. El Instituto Elcano nos explica qué es eso de la "Marca España":

"La iniciativa del Proyecto Marca España responde a la necesidad de coordinar las distintas actuaciones públicas y privadas sobre la marca España, de transmitir a las empresas e instituciones la importancia de tener una buena imagen de país, y de informarles sobre cómo comunicar y 'vender' la nueva realidad de España. [...] El objetivo común consiste en no dispersar esfuerzos y mantener la coherencia en los mensajes para construir una nueva imagen de España que no sólo mejore la proyección económica del país, sino que transmita la nueva realidad política, social y cultural de España, con sus características de modernidad, creación artística, dinamismo y potencia económica y cultural. Este objetivo es de vital importancia en estos momentos, ya que la imagen de España, aunque está evolucionando positivamente, es en su mayor parte confusa, estereotipada e insuficiente y no ofrece fortaleza competitiva."

En otras palabras: además de someter la realidad política, social y cultural de España a la voluntad de los mercados internacionales, lo cual no es nada nuevo, lo que se pretende es sustituir el nombre "España" por la marca "España". Esta cuestión parece mínima, pero está íntimamente relacionada con la primera. Si una persona pretende apoderarse de algo, nos recordaba Santiago Alba Rico ("Marcas o nombres"), lo normal es que lo "bautice", le ponga nombre para apropiarse de ello, como hacía Colón con las tierras que "descubría", o como hace un granjero con sus tres vacas. Pero los nombres juegan un papel peligroso si lo que se pretende es el domino absoluto: lo mejor para estos casos es dejar sin nombre lo que se pretende dominar. Se puede sustituir por un número, por ejemplo, como ocurre con los presos en las cárceles. O se puede marcar el objeto o sujeto dominado. Una marca, por ejemplo, puede ser el labio destrozado de una mujer, la forma en que su marido deja constancia de que es su posesión. Siguiendo el ejemplo del granjero, si en lugar de vivir en base a tres vacas se dedicase a la ganadería industrial, no le interesaría nombrar a sus vacas una por una, sino marcarlas con un símbolo que las distinguiese como suyas.

Este es uno de los peligros del capitalismo: las grandes multinacionales no venden productos, lo que venden son marcas. Estas marcas, que se presentan como el medio para alcanzar el estilo de vida que esas mismas empresas nos hacen desear, acaban marcando a los consumidores que se las pueden permitir. Cuando un portero de la discoteca de moda mira al sujeto que está intentando entrar, no está buscando lunares o deformidades que le den pie a expulsarle. Lo que busca es la marca que porta el sujeto, que lo despersonaliza, que le quita el nombre, y así comprobar si ese espectro es de fiar. No es la cara del sujeto ni la cantidad de gomina que lleve en el pelo lo que explora inquisitivamente el portero, sino la marca que determina hasta qué punto el sujeto que pretende entrar ha dejado de ser persona para convertirse en parte del rebaño sin bautizar, sin nombre pero orgulloso portador de una marca que es símbolo de su ausencia, de su alienación. La marca le da al portero una ligera idea del nivel de renta y de los círculos sociales en los que se mueve el sujeto que intenta entrar en la discoteca. Si lo que ve coincide con el objetivo de la empresa, el marcado pasará. Es el mismo proceso que se practicaba en la Alemania nazi, con una diferencia: allí el que portaba la estrella, la marca del judío, no podía entrar en casi ningún establecimiento, ni a comprar pan. Hoy se nos exige estar marcados para poder continuar y sólo unos cuantos pueden permitirse "marcarse" con aquellas marcas que abren más puertas.

La idea es, por tanto, convertir al país entero en una marca, en un producto destinado al mercado. Hoy por hoy, en lo que alguna vez fue o pudo ser España, no llegamos ni al nivel de República Bananera, somos la imagen de un producto que ni si quiera es nuestro porque está destinado a ser comercializado. Por eso es comprensible que, si Zapatero viaja a China y Japón para vendernos, no escuchemos en los medios de comunicación capitalistas ni una sola crítica al régimen chino o japonés (y por supuesto tampoco hacia Zapatero por viajar con tales intenciones a Asia). Se trata de mercados demasiado suculentos como para ensuciar con la sombra de la dignidad la marca con la que se pretende obtener cuantiosos beneficios. Paradójicamente, en varios de estos medios comentaban de pasada el hecho de que faltaban críticas, al menos sobre las violaciones de los derechos humanos (de las que no se olvidaron, por ejemplo, en los juegos olímpicos), como si no estuviese precisamente en su mano que estas críticas tengan un espacio en las noticias u otro programa. Es otro claro ejemplo de cómo se articulan tanto el sector privado como el público para satisfacer al mercado. Y esa es las idea final de la marca España: una coordinación absoluta para vender el ex-país por pedacitos.

Pero Zapatero aun nos tenía otra sorpresa preparada: hace escasos días acudía servil a Wall Street a explicarles a aquellas personas que caminan por encima de la ley, seres superiores según Butragueño, por qué los durísimos ajustes que el PSOE está impulsando en España, con la bendición de la Unión Europea y el FMI, son beneficiosos para ellos más que para los españoles. Según el propio Zapatero, su presencia en la capital de la especulación tenía una fácil explicación: "he venido a vender país", decía. Recordaba a aquella cumbre iberoamericana en la que tanto a Zapatero como a su majestad les faltó tiempo para defender la actividad de las empresas ¿españolas? como Repsol o Endesa, tristemente famosas para los movimientos sociales de la región. La izquierda anticapitalista nunca podrá romper España porque no hay ningún país que romper, sólo quedan marcas y las empresas que las comercializan: el orden mundial caníbal. España no existe.

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