martes, 30 de junio de 2009

Golpe de Estado en Honduras.

Pese a que durante varios días los medios de comunicación al servicio del capital han negado la existencia de un golpe de Estado en Honduras, desde ayer por la tarde (día 29 de junio) les ha resultado imposible mantener la farsa. Distintos movimientos sociales han conseguido traspasar el bloqueo informativo que ha impuesto de inmediato el nuevo régimen y denuncian la situación, gracias a lo cual tenemos constancia de lo que ocurre realmente. La muerte de un pederasta-racista (y cantante) famoso no ha conseguido ocultar ante la opinión internacional un hecho tan vergonzante como ignorado. Al final, los sicofantes y mercenarios de la desinformación como Juan Ramón Lucas, que ocupa las mañanas de RNE, no han tenido otra opción que reconocer que existe un golpe de Estado, puesto que hasta Obama lo ha condenado (aunque su discurso al respecto no ha sido tan difundido como cuando heroicamente mató a una mosca sin levantarse de la silla).

Sin embargo, este personaje prepotente y patético (Juan Ramón Lucas), no puede evitar que su deficitaria cultura política le juegue malas pasadas en directo. Así, el usurpador golpista Micheletti es calificado como "nuevo presidente", nombrado por el congreso. Eso si, "después de un golpe de Estado" en el cual un grupo de militares secuestró y sacó del país al presidente constitucional (Zelaya) a punta de pistola, lo que resulta ser ¡un proceso distinto! De esta forma se trata de dotar de legitimidad democrática a un golpe de Estado que tiene todas las papeletas para fracasar: "un nuevo gobierno que cuenta con el respaldo del legislativo pero no de la comunidad internacional", como si la injerencia viniese de condenar el golpe de Estado (un "asunto interno") y no del propio golpe, donde poco a poco se irán descubriendo las redes vinculadas a la oligarquía, los medios de comunicación y organizaciones estadounidenses como USAID, encargadas de apoyar y financiar el golpe.

La campaña mediática contra el presidente depuesto se ha encontrado, pues, con un muro que difícilmente van a poder superar: hasta el presidente de los Estados Unidos ha condenado el golpe. El primero en hacerlo fue, no obstante, Hugo Chávez, lo que dio lugar a una campaña desinformativa (muy corta pues pronto se sumaron muchos otros presidentes y organismos internacionales) donde se llegó a decir que el "nuevo presidente" aceptaba la vuelta de Zelaya siempre y cuando "volviera sin Chávez", insinuando que Zelaya sólo contaba con el apoyo de esos "dictadores" de la calaña de Chávez. Los medios de desinformación no tienen vergüenza. Y saben que nadie les va a exigir responsabilidades.

Pero ¿por qué ahora un golpe de Estado? Es bastante evidente: el presidente Zelaya había convocado un referéndum nacional (no vinculante) en el que se preguntaba a la población si en las próximas elecciones debería habilitarse una urna más para elegir a una asamblea constituyente (que se encargaría de elaborar una nueva constitución). No será la única causa, desde luego, pero sí la gota que colmó el vaso. ¿Y por qué un referéndum no vinculante es capaz de provocar un golpe de Estado? Sencillamente porque Honduras, mediante un referéndum de ese tipo, amenazaba con cambiar la ley desde la propia ley, lo que bajo condiciones de producción capitalistas es, sencillamente, imposible.

Me explico: la historia ha demostrado hasta el día de hoy que, como diría Carlos Fernández Liria, bajo el yugo del capitalismo la democracia se trata del periodo que transcurre entre dos golpes de Estado. Este periodo de aparente democracia dura el tiempo que tarde la izquierda anticapitalista en organizarse y ganar unas elecciones. No existen ejemplos de un país donde la izquierda anticapitalista haya conseguido transformar las leyes "burguesas" en leyes auténticas, justas, porque siempre que lo ha intentado por vías democráticas ha tenido lugar un bloqueo económico, una invasión, una guerra económica, un golpe de Estado, una guerra sucia-terrorista... o una combinación de varias de estas estrategias. Ni una sola vez se ha permitido ensayar el socialismo democrático: cada vez que se ha intentado, el gran capital y sus siervos y clientes han apoyado las más sanguinarias dictaduras para evitar tal posibilidad.

El golpe de Estado de Honduras no hace más que demostrar la incapacidad de las supuestas democracias y Estados de Derecho (que no son más que apariencia) de cambiar las reglas del juego. El juego parlamentario se respeta siempre que no procure corregir las malas leyes que posibilitan el capitalismo. El Estado de Derecho resulta ser un privilegio de aquellas poblaciones que de todas formas optan por el estado de cosas existente, luego no es un Estado de Derecho. Es solo apariencia: el derecho solo puede obrar con entera libertad mientras sea superfluo, mientras no pretenda cambiar la realidad, mientras no afecte a cuestiones "económicas" relevantes. Cuando en los países "civilizados" hablamos de Estado de Derecho, en realidad no hablamos del fruto de la razón, de una sociedad sometida a las leyes donde el marco legal permite corregir las malas leyes desde la propia ley, sino que estamos hablando de un pedazo de historia lo suficientemente privilegiado como para que no sea necesario entrar en conflicto con el derecho. Vivimos en una sociedad hasta tal punto secuestrada y chantajeada por sus estructuras económicas que el margen de actuación de la política es probablemente el más irrisorio en toda la historia de la humanidad, lo cual no deja de resultar curioso y paradójico: la sociedad moderna es la única que se ha querido a sí misma constituida por medios políticos.

El golpe de Estado en Honduras nos obliga a replantearnos otra vez cual es el papel de los medios de desinformación, de los imperios de opinión, y cual es su grado de responsabilidad. Resulta estremecedor comprobar como valientes ciudadanos consiguen hacer llegar su voz a foros como aporrea.org, pidiendo auxilio y solidaridad, informando de lo que ocurre, jugándose la vida o la libertad o ambas cosas, mientras los grandes medios de comunicación discuten sobre si efectivamente ha existido un golpe de Estado (entre anuncios y noticias de nacimientos de focas en un zoo). La situación en Honduras nos obliga a replantearnos si es cierto que todo anticapitalista ha de escoger entre un Salvador Allende muerto o un Fidel Castro vivo.

1 comentario:

  1. Mª Luisa Romero Gómez4 de julio de 2009, 12:24

    La idea de que una democracia es el espacio de tiempo comprendido entre dos golpes de estado, y que este tiempo se acaba cuando la izquierda puede ganar unas elecciones es, históricamente, una realidad. El concepto de Democracia que defiende Carlos Fernández Liria – votar o defender una postura no como integrante de un grupo, sino como “cualquiera”, es decir, votar lo mismo que hubiera votado si, por ejemplo, en vez de ser español fuera rumano, alemán o senegalés -- nunca será compartido en la práctica por los votantes del primer mundo, ni siquiera por los que ideológicamente están de acuerdo con él, ya que supondría alterar el orden establecido, y perder, en consecuencia, los privilegios que tenemos por el simple hecho de haber nacido en una sociedad “democrática y civilizada”. No se legisla ni se vota para defender lo justo frente a lo injusto, sino para defender los intereses de un colectivo, para conservar el statu quo de los que tienen “derecho” al voto. Por eso, la solución a la actual situación de Honduras no será, probablemente, la vuelta a la normalidad democrática real, si es que ésta existió en algún momento. La comunidad internacional se ha manifestado a favor del “orden constitucional” y se ha puesto de parte del presidente destituido, pero lamentablemente, la vuelta de Zelaya, si se produce, no supondrá un gran cambio en las expectativas del pueblo hondureño. El apoyo de los países “democráticos”, con Estados Unidos a la cabeza, al posible gobierno de Zelaya le pasará factura, y le impedirá salirse del redil.

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