- ¡Hola Clara!
- Hola Pedro. ¿Cómo te va?
- Pues en ti venía pensando precisamente. Acabo de escuchar
otra vez en la radio que Podemos es un partido de extrema izquierda y que por
ello debe darnos miedo. ¿Es así?
- De ninguna manera, Pedro. Verás, para discutir esto bien
habría que reconocer que no sabemos nada y empezar por definir qué es eso de
ser de izquierdas y qué es eso de ser de derechas, cosa que nadie va a hacer. Después,
como mínimo tendríamos que cuestionar esa petición de principio según la cual
todo movimiento o todo partido se sitúa dentro del mismo marco de coordenadas
ideológicas, es decir, dentro de la lógica de izquierda y derecha. Además,
habría que preguntarse si estar en un extremo de la línea o en el otro es bueno
o malo de por sí y, por último, plantearnos si lo que dice Fulanito o Menganito
sobre la posición ideológica de Podemos es cierto o no. ¿No te parece que sería
lo adecuado para empezar a discutir?
- Sin duda. Está claro que respecto al deber ser no hay
quien compita contigo, Clara, pero vayamos al ser de nuestra sociedad. Los
tertulianos nunca definen qué es eso de izquierda o derecha y eso no les impide
abusar de los dos términos, sin embargo tú has dicho que es lo primero que hay
que hacer para poder hablar de ello.
- Elemental, querido Pedro. Si no sabemos de lo que estamos
hablando, ¿cómo nos vamos a entender? No obstante, a un tertuliano de la
televisión o la radio no le preocupa eso, no le preocupa la verdad ni la
rigurosidad, lo que le interesa es imponer sus ideas a quien le escucha. ¿Cómo?
Ya hemos dicho que evitan descaradamente definir aquello de lo que hablan. En ese sentido recuerdan tanto a cierto sofista que se hacía pasar por experto en la virtud sin siquiera
saber qué es la virtud...
- Si no saben qué es, ¿por qué le dan tanta importancia? ¿Por
qué no paran de repetir lo mismo sin dar un solo argumento o definición?
- Ya lo sabes, Pedro. En el mundo de la política, los
términos “izquierda” y “derecha” son dos maravillosos ejemplos de lo que se
denomina “significante vacío”. Hablamos de dos palabras que están en boca de
todo el mundo, pero que significan cosas totalmente distintas en función de los
intereses y formas de pensar de los sujetos que las utilizan o las escuchan. “Izquierda”
no significa lo mismo para unos que para otros, pero además de ser un significante vacío, “izquierda” es una marca identitaria,
que es lo que más nos interesa en este momento. Tú mismo reconoces que cuando
alguien dice que Podemos es de izquierdas sobran los argumentos. Esto es así
porque normalmente cuando hablamos de izquierda y derecha no nos estamos
refiriendo a una serie de hechos objetivos, sino a una identidad política que
uno puede adoptar como propia (o no) de la misma forma que se siente
identificado con un equipo de fútbol u otro.
- También te la
pueden imponer. Las cabezas más visibles de Podemos no paran de negar que el
partido sea de izquierdas porque algunos no paran de acusarles de ello. Es más,
dicen, como UPyD, que no son de izquierdas ni de derechas. ¿Eso significa que
son de centro o que buscan captar a los que se identifican con el centro?
- Si hablásemos de UPyD, responderíamos afirmativamente a
las dos preguntas: el partido intenta crear un nuevo espacio político entre los
dos extremos del eje ideológico, pero sobre todo quiere atraer a todo aquel que
no se identifique ni con lo que se supone que es de izquierdas ni lo que se
supone que es de derechas. Es decir, ante todo hablamos de una cuestión
identitaria, no de elementos objetivos. Por eso partidos como el PSOE o UPyD un
día están en la izquierda y otro en la derecha. En el caso de Podemos, sin
embargo, no deberíamos decir lo mismo porque aunque ciertas palabras nos suenen
parecidas, el discurso apunta en otra dirección.
- ¿Qué dirección es esa, Clara? Porque a diferencia de UPyD,
con un discurso similar en lo que al posicionamiento ideológico se refiere,
Podemos está consiguiendo mucho más. Por no hablar de las esperanzas que ha
despertado…
- Cierto. Precisamente ocurre por lo que te decía: aunque
ambos digan que no son de un lado ni del otro, la intención de los dos grupos
es radicalmente distinta. Ya hemos visto que UPyD busca ganarse un electorado
sin salirse del mapa político-ideológico de hoy en día. Quiere presentarse como
algo nuevo, pero dentro de las viejas coordenadas. Podemos, sin embargo,
plantea otra cosa distinta: su idea no es abrir un espacio dentro del marco
actual, sino patear el tablero, cambiar el marco. Cuando Podemos dice que no
son de izquierdas ni de derechas no caen en la trampa de decir que son de
centro, sino que cambian la identidad política que le proponen asumir: “tampoco
somos de centro, somos los de abajo y vamos a por los de arriba”. Es decir,
Podemos no se autolimita aceptando las identidades políticas tradicionales,
quiere superarlas, quiere crear otras nuevas. Unas que permitan a la ciudadanía
ganar y recuperar las instituciones. Eso no se puede conseguir diciendo “yo soy
la auténtica izquierda/derecha”, porque esas etiquetas están copadas por los
partidos tradicionales y la mayor parte de la población ya no se identifica con
ellas. Hasta ahora han sido las herramientas preferidas de los partidos de la
casta para conseguir que la población les vote, no por lo que han hecho o vayan
a hacer, sino por la idea o identidad que representan. El PSOE, por ejemplo, no
tiembla ni suda cuando dice que son de izquierdas, pese a que coincidan una y
otra vez en temas de gran calado (especialmente la economía) con la derecha. Dicho
de otra forma: al ser una cuestión identitaria, no hay nada que el PSOE pueda
hacer que le quite automáticamente esa etiqueta, que sea considerado de la izquierda
o de la derecha depende exclusivamente del relato que construyamos entre todos:
medios de comunicación, personajes políticos, ciudadanía… Por eso cuando se
trata de acusar a Podemos sobran los argumentos, lo que importa es que se les
quede pegada una etiqueta que los convierta en minoría social, que los margine
en un rinconcito del espectro político, que impregne el partido entero de un
tufillo que produzca rechazo sin saber muy bien por qué.
- Aun así no has explicado por qué es tan importante para
los partidarios del PSOE y del PP encasillar a Podemos en la extrema izquierda,
junto a bolivarianos y etarras (perdón por la risita que se me ha escapado).
- Sí lo he explicado, pero no lo he explicitado. El PSOE y
el PP tienen un problema enorme ahora mismo, y es que por un lado pierden a sus
votantes tradicionales y, por el otro, lo que pierde uno no revierte en el otro
para volver a recaer en el primero en las siguientes elecciones. Se ha roto el
círculo vicioso. PSOE y PP dejaron de ser vasos comunicantes porque ha
irrumpido una fuerza nueva que es capaz de trascender las identidades políticas
que sistemáticamente otorgaban la victoria a uno de los dos. Sin Podemos, hoy
estaríamos contemplando el mismo panorama descorazonador de siempre: el PP
diciendo que es de centro y ganando las elecciones, el PSOE diciendo que es de
izquierda y perdiendo pero todavía con muchos votos, IU y UPyD ganando unos
pocos escaños para seguir siendo oposición minoritaria… Todo muy cómodo, muy
conveniente para los poderes visibles e invisibles que gobiernan el país. Por
eso, entre otras cosas, no pueden hacer otra cosa que decir, de todas las
formas posibles, que Podemos “es como nosotros”.
- ¿”Como nosotros”? Más bien lo condenan a la marginalidad
del extremismo. O lo intentan.
- Por supuesto, pero dentro del marco en el que ellos se
mueven. Al PP le conviene asustar a sus votantes, movilizarlos con el miedo
para que le voten. Qué mejor que asustar con que van a ganar los que quieren
comer niños, la extrema izquierda, los que siempre han intentado acabar con
España. Al PSOE le viene muy bien ese discurso, nada mejor para ellos que
Podemos se convierta en una especie de IU al nacer, un partido destinado a la
oposición perpetua porque su identidad, la impuesta y la que ellos mismos se
dan, no atrae más que a un mínimo porcentaje de la población. Una lástima que
en Podemos conozcamos el juego y nos neguemos a jugar. Por eso los grandes
partidos de la casta no pueden soportar a Podemos, porque si consigue cambiar
las coordenadas identitarias puede obligarlos a tomar medidas e incluso puede
llegar a revertir la situación, condenándolos a ellos a la marginalidad
política. Se la están jugando y lo saben. Si la gente prefiere construir una
nueva política y desterrar la vieja, con la que está cayendo a PSOE y PP les
faltan argumentos para defender lo viejo. Conclusión: “son como nosotros”, serán
jóvenes, pero pertenecen a nuestras mismas coordenadas. Tan desesperado como
arriesgado.
- ¿Arriesgado? ¿Por qué? Hasta ahora les ha salido bien.
Hace unos años bastaba que alguien te asociase con ETA para que desaparecieses
del mapa político.
- Pero ya no, Pedro. Las viejas mentiras cada vez confunden
a menos. La gente normalmente teme los grandes cambios o le dan pereza. Eso se
acabó: la situación y la percepción que la gente tiene de la misma es tan mala
que la mayoría no es que esté dispuesta a un cambio drástico, es que lo está
exigiendo (por mucho que el PP se esmere en cambiar la opinión de la gente a
golpe de manipulación y “brotes verdes” que solo ven los ricos). Más les valdría
perder bien, asumiendo responsabilidades, depurando a los corruptos, sumándose
a la ola del cambio. Si se empeñan en perder como hasta ahora, tirando del
viejo libro de instrucciones del bipartidismo, la catástrofe en forma de
pérdida de militantes y de votantes puede ser mayúscula. Ha llegado la hora de
los partidos que escuchan a la ciudadanía, ha acabado la de aquellos que solo
se dirigen a la gente para ponerles límites, asustarles y mentirles. Es
tristísimo comprobar cómo los intereses de partido, la mentalidad
electoralista, les impide ver o incluso plantearse perseguir la verdad. El
abuso del maquillaje les ha nublado los ojos.
- Creo que he entendido, Clara: mientras Podemos y la
ciudadanía consigan centrar el debate en la política, la economía y los
argumentos racionales, lo más probable es que ganen. Sin embargo, si los
votantes nos dejamos seducir por las identidades que nos proponen los dos grandes
partidos de la casta, lo más probable es que sigan ganando pese al desprecio
que han manifestado un día sí y otro también por los ciudadanos y las ciudadanas
de este país.
- Efectivamente, Pedro. Como siempre, tenemos ante nosotros
una decisión fundamental: tomar el camino de la razón o el de las emociones. ¿Estaremos
dispuestos a ignorar o incluso luchar contra las emociones que nos contagian
desde los medios de comunicación y los partidos del régimen, o nos dejaremos
llevar por el sentimiento identitario y el miedo para cometer los mismos errores
que nos han traído hasta aquí? Por primera vez en la historia de la democracia,
los ciudadanos y las ciudadanas tenemos la posibilidad de ganar. La oligarquía
político-financiera ya no define completamente las reglas de un juego en el que
siempre gana. Es nuestra hora de reclamar ese poder divino que nos regaló Eva
al desobedecer al Gran Macho: ahora somos nosotras, las personas normales, las
que ponemos el nombre a las cosas.
- Ni izquierda ni derecha, los de abajo contra los de
arriba.
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