domingo, 22 de marzo de 2009

¿Gobierno del pueblo?

El reciente artículo sobre el sistema electoral español me ha obigado a reflexionar, entre otras cosas, acerca de qué define realmente a nuestra democracia: ¿se trata verdaderamente del gobierno del pueblo? ¿O se trata más bien del gobierno de los políticos?
Para poder comprender mejor esta pregunta, acudamos a dos ejemplos clásicos y enfrentados de modelos políticos: Atenas y Esparta. En la democracia clásica ateniense la Asamblea es la que dirige la ciudad-estado. Está compuesta por todos los ciudadanos, los cuales toman las decisiones directamente, sin representantes. Por otra parte, existían algunas instituciones "representativas" donde un ciudadano actuaba en nombre de la Asamblea, si bien sus miembros eran elegidos por sorteo y por períodos que no superaban el año. No existen ni hacen falta, según esta concepción de la democracia, ni los partidos políticos (no hacen falta representantes porque los ciudadanos ejercen el poder directamente), ni la división de poderes (todos dependen de la Asamblea) ni elecciones. Estamos hablando de uno de los más claros ejemplos de gobierno del pueblo, de "democracia" en sentido clásico, pero no incluye en su definición como sistema político muchos de los elementos que hoy se consideran indispensables para hablar de democracia. Cabe destacar, no obstante, algunas limitaciones como el hecho de que la ciudadanía era muy reducida en comparación con el total de la población de la ciudad, y solo era miembro de la Asamblea el ciudadano, de tal forma que en la época de máxima expansión de Atenas, apenas un 10% de la sociedad era suficiente para que hubiese quorum en la Asamblea. La mujer, los esclavos, los extranjeros... no eran ciudadanos y por lo tanto no participaban en la toma de decisiones. Sin embargo, no conviene olvidar que una cosa es la idea de la democracia como autogobierno colectivo y otra muy distinta sus manifestaciones históricas concretas.
No muy lejos y en la misma época, nos encontramos con Esparta, a la que tradicionalmente se relaciona con la tiranía como forma de gobierno. Esto no era exactamente así: el poder de Esparta estaba, efectivamente, en manos de una reducida élite, pero los miembros de este Consejo de la ciudad eran elegidos medante un sistema bastante peculiar. Los candidatos desfilaban ante los ciudadanos reunidos en asamblea y estos los vivaban o no en función de sus preferencias. En un recinto adyacente, evaluadores imparciales registraban la intensidad de los aplausos y gritos y determinaban cuales eran los ganadores. Este es un claro ejemplo de gobierno de los políticos y, en mi opinión, el gérmen de lo que más tarde conoceremos como democracia representativa.
Mucho más próxima a nuestra época es la visión de Schumpeter sobre la democracia. Este autor, en su obra "Capitalismo, socialismo y democracia", concibe la democracia simplemente como un procedimiento, un método, no como un fin en sí misma. Argumenta que el gobierno del pueblo rara vez se ha dado en la historia, lo habitual es lo contrario: los líderes se organizan en partidos que reclutan militantes y que elaboran plataformas que después proponen al electorado. Y a este sólo se le convoca para optar entre las opciones dadas. El elemento central es la competencia entre las élites, la que determina entre otras cosas que se vean obligadas a adecuar sus programas a las preferencias de los votantes. Los partidos actúan como empresas que ofrecen productos al ciudadano-consumidor, que en lugar de dinero dispone de votos. Se distinguen unos de otros mediante la ideología, la cual utilizan como "marca" del "producto" (la política). No existe una voluntad general porque hay demasiados intereses en liza, contrapuestos y las diferencias son tales que resulta imposible hablar de un bien común. La voluntad del pueblon es un producto, está fabricada por la propaganda, no es la impulsora del proceso político.
El modelo que propone Schumpeter como ideal de democracia resulta ser una falsa democracia, absolutamente dirigida por unas elites que se comportan como déspotas al excluir al pueblo de toda toma de decisiones (bien sea impidiendo el acceso al poder, bien manipulando su voluntad). Lamentablemente, me temo que este es el modelo que definitivamente se ha impuesto, amparado y patrocinado por las grandes empresas y los grandes capitales. La democracia ha quedado reducida a mero procedimiento de legitimación de las decisiones de unas elites políticas que no representan prácticamente nadie más que a ellos mismos y a aquellos forofos que les siguen incondicionalmente como si de un equipo de fútbol se tratase. Los que no pertenecemos a esas elites nos vemos limitados a ser consumidores, robots alegres, conformistas. Tanto PSOE como PP participan de este juego, se nutren de él. La política y la democracia se reducen, para estos dos grandes aspiradores del voto, en un proceso para lograr acuerdos que garanticen la gobernabilidad del Estado. Su práctica se basa en principios de eficiencia, queda de lado cualquier principio ético o realmente democrático. Se trata de despolitizar la política, eliminar el conflicto, alejar la posibilidad de futuros alternativos.
¿Gobierno del pueblo? Creo que no. ¿Democracia? Creo que tampoco, salvo que entendamos la democracia como lo hacía Schumpeter. Lo que hoy en día tenemos es un sistema representativo, quizá con algún matiz democrático. Queda bastante demostrado, y en esto coincide hasta Schumpeter, que unas elecciones no garantizan, ni mucho menos, un sistema democrático. Lo que sí garantiza es una construcción imaginaria de la realidad donde se compartimenta el conflicto hasta el punto de negarlo, donde las elites se blindan contra las decisiones emanadas directamente del pueblo, que están "libremente" obligados a ceder su voluntad y capacidad política a unos elementos profesionalizados hasta tal punto que han adquirido espíritu corporativo. ¿Cómo si no se puede explicar que estén absolutamente prohibidos elementos constitutivos de una democracia directa como puede ser la revocación de mandatos o el mandato imperativo? Ante un mapa político como el actual en España donde sólo dos partidos que comparten más de lo que les diferencia (aunque aparenten otra cosa) pueden obtener la victoria gracias a un sistema electoral que les garantiza el trono (con perdón de su majestad), ¿cómo se puede cambiar la situación? ¿De donde tiene que venir el cambio? ¿Pueden unas elecciones en España revertir esta situación?

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