jueves, 19 de marzo de 2009

Violencia y medios de comunicación

Ayer de madrugada, escuchaba en Radio Nacional, fueron desalojados los últimos estudiantes que ocupaban una facultad en Barcelona. Horas antes, el jefe de policía de la ciudad, había asegurado que no se expulsaría a los estudiantes a no ser que cometieran algún acto violento. La denuncia no tardaría en llegar, como por arte de magia. La carga policial no se hizo esperar. Y no sería la única, los medios de desinformación hablan de al menos tres cargas policiales por la ciudad. El conocido periodista Juan Ramón Lucas no ha podido evitar hablar de "bastante contundencia" a la hora de calificar la actuación policial. El resultado, cientos de heridos, incluidos niños. Testimonios no recogidos por estos medios nos dan cuenta de policías que "barren la calle" con la porra por delante, haciendo uso de la fuerza contra manifestantes y no manifestantes, simples transeuntes. "Cientos de heridos", dicen. No obstante, Radio Nacional no puede evitar posicionarse del lado de los policías con comentarios tan científicos como: "en la manifestación del otro día había más policías que manifestantes, por eso no hubo problemas".
Hace unas semanas, asistíamos a otro atentado de ETA sobre una sede del PSOE. No hubo víctimas. Sin embrago, a un personaje de cuyo nombre no quiero acordarme, "víctima colateral" (por usar el vocabulario del gobierno) del atentado ya que su casa había sufrido daños (casa que según los medios llevaba "años reformando", lo que ya invita a posicionarnos sin conocer la noticia). Bien, este tipo, envalentonado por ideas del tipo "ojo por ojo" y posiblemente a sabiendas de la repercusión mediática que podía tener su pequeña fechoría, decidió destrozar un bar en respuesta a un atentado que le destrozó la casa. Los medios rápidamente transformaron este hecho en una pequeña cruzada de un hombre justo contra la injusticia y el miedo que le rodea. Un valiente, un ejemplo cuyo acto vandálico interpretan y por tanto transmiten como si de desobediencia civil se tratase, desmarcando este acto de otros que efectivamente sí constituyen violencia pese a que se trate también de "agredir" una propiedad, como los cajeros automáticos.
Este español de pura cepa, descendiente de Pelayo por lo menos, originó una serie de respuestas sociales a nivel mediático de lo más sorprendentes. Por un lado pudimos escuchar hasta al propio PP exculpar moral y éticamente a este bruto. "Nosotros no lo habríamos hecho, pero le entendemos perfectamente". Mientras, las televisiones recogían alguna que otra imagen de una maifestación en rechazo a lo sucedido, me refiero a los daños sufridos por el bar, a la venganza justiciera. En una maniobra que sigue la línea marcada por el oligopolio plutocrático que controla los medios de comunicación, el delincuente que destrozó el bar a mazazos se convierte en una víctima que ha de huir de su pueblo por miedo a los "violentos". Y los violentos son aquellos que se estaban manifestando con carteles en favor de la paz y del diálogo. Vimos alguna imagen, pero sus pancartas estaban en euskera y no se molestaron en traducirnoslas. Tampoco sus lemas.
Esta es una de las técnicas más habituales de los medios de comunicación para dar a luz y moldear al ciudadano del mañana: el "ciudadano prisa", o como diría Sartori, el "homo videns". La técnica es elegir un tema transversal, es decir, un tema en el que estamos casi todos de acuerdo, como puede ser el rechazo a la violencia en abstracto. Entonces, de forma sutil, se redefine el concepto para que encaje con el grupo al que se quiere criminalizar, es decir, en base a unos intereses muy concretos. Intereses a priori privados (como es obtener beneficio) que no podrían tener un mayor impacto social y público. Esta es la parte más laboriosa, más difícl y que implica más tiempo. Lo normal es que se lime, se esculpa un concepto (más que inventarse su significado) hasta que pierde su valor crítico, ético y científico. Hasta que arroja una visión tan simplificada de la realidad y tan parcial, que las conclusiones a las que lleva su utilización están encauzadas, dirigidas por una mano invisible que creemos nuestra, pero que no tardaremos en descubrir que no manejamos si tratamos de abrirnos a visiones alternativas y más complejas de la realidad.
Los medios de comunicación son monstruosos creadores de significantes cuyo poder no está sujeto a ninguna regla política. No responden ante nada ni ante nadie, pueden crear la realidad a su libre entender sin sentirse responsables de los efectos que provoquen, aunque siempre limitados por las leyes del mercado. Otro ejemplo ilustrativo: todos nos enteramos cuando el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela (al que asociamos con el mal, la dictadura y la violencia desde que desobedecen los dictados del FMI) compró unos cientos de miles de rifles y ametralladoras a Rusia, o cuando intentaron comprar cuatro cazas al gobierno español. Sin embargo, pocos son los que saben que otro líder de izquierdas latinoamericano y su gobierno, tienen planeado (desconozco si ya lo han acabado o lo están construyendo) contar con al menos un submarino nuclear. Se trata de Brasil. Pero la noticia carece de relevancia y de trasfondo "violento" porque Lula ya firmó (lo hizo antes de ser elegido, véase "Carta ao Povo Brasileiro") que iba a obedecer los caprichos del FMI, bajo la amenaza y la presión de repetir la experiencia argentina del "corralito". En los grandes medios de comunicación el término "violencia", como otras palabras que generan rechazo per se, son asociadas sin piedad ni vergüenza con aquellos elementos sociales que no encajan en el gran plan neoliberal. La realidad es una construcción social. Hoy este poder lo ejercen grandes corporaciones, grupos empresariales. Controlan esa "democracia virtual" a la que no tiene acceso el 90% de la población mundial. En reducidas reuniones de accionistas y consejos de dirección deciden y definen la realidad. Si estamos dispuestos a que un sector tan pequeño de la población disponga de tanto poder, ¿cómo aceptar que sean entes privados alejados de la decisión del pueblo? ¿Cómo aceptar que los escasos medios públicos participen en ese juego del lado del capital y sus aliados?

No hay comentarios:

Publicar un comentario